Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
—(…) Y nada, hija de mi alma, fue el maldito capricho por aquella hembra popular; no sé qué de entusiasmo artístico, una demencia ocasional que no puedo explicar. —¿Sabes lo que estoy deseando ahora? —dijo bruscamente Jacinta—. Que te calles, hombre, que te calles. Me repugna eso. Razón tienes; tú no eras entonces tú. Trato de figurarme cómo eras, y no lo puedo conseguir. Quererte yo y ser tú como a ti mismo te pintas, son dos cosas que no puedo juntar. |