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El vals de la bruja de Belén Martínez
desde el momento en que cruzamos la mirada por primera vez, siempre fue así. Siempre fui yo. Sin apariencias. Sin secretos. Sin palabras que no sentía. Sin reglas. Era como si hubiese estado conteniendo el aliento toda mi vida, como si algo invisible me hubiese estado apretando las costillas durante años, como los terribles corsés que llevaba a diario y, con él, pudiera respirar por primera vez.
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