A contrapelo de Bel Olid
Yo sabía que había decidido no depilarme, y que aquellos pelos no eran circunstanciales. No era un accidente que habría que corregir más adelante, no eran okupas de mi piel. Les había concedido la categoría de habitantes legítimos de mi cuerpo y pensaba dejar que me acompañaran en la salud y en la enfermedad, a la playa y a la piscina, hasta que la muerte nos separase.
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