Donde no haya niebla de Beatriz Esteban
Así es como ha funcionado siempre, Roy. Las víctimas agachan la cabeza, se cogen de la mano y quedan a la sombra, hasta que la sombra se convierte en una tumba. El dolor y el duelo pueden ser también un grito de batalla. No tiene por qué ser el final. Todas las revoluciones empezaron con dolor, y esta no va a ser diferente. Ya hemos sufrido suficiente para empezar a cambiar las cosas.
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