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La malnacida de Beatrice Salvioni
Él casi no le hablaba. Permanecían quietos y distantes como perros viejos que siempre han compartido el mismo patio y se han cansado de su olor. Algunos días debía de acordarse de que la había querido, yo lo notaba por la manera en que le ofrecía el brazo para bajar la escalera o esperaba en la habitación mientras ella se ataba las cintas del vestido.
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