Contravida de Augusto Roa Bastos
Las inundaciones eran el vicio de Manorá. En la estación de las lluvias, el río se hinchaba en su hondo cauce. Enloquecía de remolinos. Desbordaba sobre campos y valles. Podían subir las aguas un metro y más en una noche. Sólo quedaba fuera de las aguas el islote de la loma alta, Acä-roysä, en el que está situado el cementerio. En noches de luna la cabeza fría de la loma brillaba como un jardín fantasmal velando desde lo alto el sueño de los vivos. |