El italiano de Arturo Pérez-Reverte
Nada traiciona, tanto tiempo después, la mujer que desde hace dos años vive sola junto al mar con un perro y unos libros. Qué otra cosa, decide, sería el impulso, o el deseo, de permanecer abrazada a ese hombre para siempre. Ignora qué habrá en su cabeza dentro de un par de horas, cuando la claridad del día la despeje del todo e ilumine con más crudeza su conciencia. Lo cierto es que en este momento, sin duda alguna, desearía morir si él muriera.
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