Las Marismas: Serie Erlendur Sveinsson III de Arnaldur Indridason
—Chapucero, inútil y realizado sin disimular evidencias ni esconder pruebas. —Sí —dijo Erlendur—. Un miserable asesinato islandés. |
Las Marismas: Serie Erlendur Sveinsson III de Arnaldur Indridason
—Chapucero, inútil y realizado sin disimular evidencias ni esconder pruebas. —Sí —dijo Erlendur—. Un miserable asesinato islandés. |
Las Marismas: Serie Erlendur Sveinsson III de Arnaldur Indridason
El crepúsculo de octubre cubría la ciudad y la lluvia batía contra el viento otoñal. Alguien había encendido una lámpara que, desde una mesa del salón, alumbraba la estancia con una luz tenebrosa.
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La voz de Arnaldur Indridason
Hacía frío en la habitación. Erlendur estaba de pie junto a la ventana mirando, pero lo único que veía era su propio reflejo en el oscuro vidrio. Hacía tiempo que no miraba a aquel hombre cara a cara, y allí, en la penumbra, pudo comprobar que había empezado a envejecer. A su lado y a su alrededor caían copos de nieve, parsimoniosos, como si los cielos se hubieran quebrado y su polvo estuviera regando el mundo. Acudió a su mente un pequeño volumen de poesía que tenía en casa, traducciones de algunos poemas de Hölderlin. Dejó a su mente vagar sin rumbo por los poemas hasta que se detuvo en una frase que comprendió que estaba relacionada con aquel hombre que lo miraba a los ojos desde la ventana. Los muros se yerguen mudos y fríos al viento, gimen las veletas. |
Las Marismas: Serie Erlendur Sveinsson III de Arnaldur Indridason
Uno piensa que no le va a afectar. uno se cree lo bastante fuerte para aguantarlo todo. Uno piensa que se blinda con los años y que puede ver la suciedad a distancia, como si no fuera con uno, y conservar de esa manera su salud mental. Pero la verdad es que no hay distancia. No hay blindaje. Nadie es lo bastante fuerte. El horror te persigue como un espíritu maligno que se instala en tu mente y no te deja en paz hasta que te parece que esa suciedad es la vida misma, y te olvidas de cómo vive la gente normal. Así son las cosas. Como un mal espíritu que se ha evadido y alborota en tu cabeza hasta que finalmente te convierte en un inútil.
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Silencio sepulcral de Arnaldur Indridason
—Creo que es un hueso —dijo el chico. La niña se lo introdujo en la boca y se calmó. —¿Qué dices de un hueso1? —preguntó la madre. —Eso que está mordiendo —dijo él—. Creo que es un hueso humano. La madre miró a su hija, que mordisqueaba el hueso. —Nunca lo había visto. ¿Qué quieres decir? ¿Un hueso humano? —Yo diría que es parte de una costilla humana |
La edad de la inocencia