Neimhaim. El azor y los cuervos de Aranzazu Serrano Lorenzo
[...] Se sentía encerrado en una estancia sin puertas ni ventanas, solo que esa estancia era el mundo entero, y nunca encontraba la salida. Sus esfuerzos por orientarse le agotaban, y la angustia y la desesperación minaban su anino. Pero un día, Jörn le tendió la mano en la negrura y le hizo sentir que no estaba sólo. |