Neimhaim. Los hijos de la nieve y la tormenta de Aranzazu Serrano Lorenzo
Suspirando dolorosamente, Drumilda dirigió su vista hacia el lago. La fría lluvia se colaba en los huesos pero, ajena a ella, Saghan recibía instrucciones de su padre junto a la orilla, sentado entre los juntos. El agua resbalaba por su rostro, sus ropas estaban empapadas y llenas de barro. No obstante, su padre no le permitía regresar. A sus diez años, aquella criatura era para ella como un hijo de sus entrañas. Y ahora que debían separarse, su único consuelo era saber que también Adroon se alejaría de él. Día tras día rezaba para que algo del cariño que le había dado sobreviviera en su corazón cuando ella ya no estuviera. |