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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Solo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero cómo no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan allí ciento once reyes (sin olvidar, sin duda, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de ebrios y trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Yo poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volvamos que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—¿Qué haces ahí? —Bebo. —¿Por qué bebes? —Para olvidar. —¿Para olvidar qué? —Para olvidar que tengo vergüenza. —¿Vergüenza de qué? —¡Vergüenza de beber! |
El principito de Antoine de Saint-Exupéry
Para los vanidosos, los otros hombres son admiradores. […] Los vanidosos solo oyen las alabanzas.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. […] La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia cuando mis órdenes son razonables.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Si ordeno, decía corrientemente, si ordeno a un general que se transforme en ave marina y si el general no obedece, no será culpa del general. Será culpa mía.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. ¡Parece que son tan lindas! Si no, ¿quién habrá de visitarme? Tú estarás lejos. En cuanto a los animales grandes, no les temo. Tengo mis garras.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Se dice: “Mi flor está allí, en alguna parte…” Y si el cordero come la flor, para él es como si, bruscamente, todas las estrellas se apagarán. Y esto, ¿no es importante?
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—¡Hablas como las personas mayores! […] —¡Confundes todo!… ¡Mezclas todo!
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
—¿Sabes?… Cuando uno está muy triste, ama mucho las puestas de sol.
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: “¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?” En cambio, os preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas mayores: “He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo…”, no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: “He visto una casa de cien mil francos”. Entonces exclaman: “¡Qué hermosa es!”
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El principito de Antoine de Saint-Exupéry
Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones.
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¿Cuál es la profesión del narrador que encuentra el Principito en el desierto?