Porciones de felicidad de Anne Ostby
Lo lamentó tan pronto el dardo venenoso salió disparado de su boca. ¡Oh, cállate, Sina, basta! Déjala en paz. Hasta Lisbeth se ha hecho mayor. ¿Lo dijo demasiado alto? Hasta Lisbeth debía haberse hecho mayor, y vulnerable, de una manera totalmente nueva. De esa manera que empieza a surcarte el rostro alrededor de los ojos a partir de los treinta, que agarra las comisuras de tus labios y tira de ellas hacia abajo hacia los cuarenta, que se lleva el color de tu pelo y que dispara las facturas del dentista.
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