Éxodo de
Anissa B. Damom
Por fin, lo vi pasar por delante de mí, con andar tranquilo y la espalda erguida. […]Sus sentidos debieron advertirle, porque ladeó la cabeza poco a poco y aminoró la marcha […].
—¿Qué crees que estás haciendo? —dijo con una profunda y aterciopelada voz, igual de maravillosa que su rostro.
Se dio media vuelta despacio, de modo que quedamos cara a cara, a poca distancia el uno del otro. Me estremecí al ver sus ojos, los más oscuros y penetrantes que había visto nunca, más hermosos de lo que recordaba y más peligrosos ahora que los veía de cerca. Proyectaba una mirada casi violenta, con un extraño fulgor en sus profundidades. Me miró de arriba abajo. Yo me aclaré la garganta y hablé.
—Quiero que me mates —balbuceé sin salir de mi estupor.
Enarcó una ceja.
—¿Perdón? —preguntó, y en su impenetrable mirada destelló un deje de sorpresa.
—Sé que puedes hacerlo —afirmé.
—Sé que lo sabes.
[…]
—Entonces, hazlo —tartamudeé acercándome más a él, temblando de los nervios.
Me estudió con la mirada durante una fracción de segundo.
—No —sentenció dándose la vuelta y emprendiendo la marcha de nuevo.
Corrí y me planté frente a él cortándole el paso.
—¿Por qué?
—Tu aparente entusiasmo reduce considerablemente mi interés —contestó y siguió andando.
Aceleré el ritmo para alcanzarlo.
—Así que es verdad, ¿no? Tú puedes hacerlo.
—Lo dices como si fuera algo complicado —dijo en tono sarcástico.
—¿Qué tendría que hacer para que accedieras?
Siguió andando sin ni siquiera mirarme.
—No lo sé. Corre, grita…, haz algo interesante.
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