La caza de Andrew Fukuda
Por un instante, nadie dice ni una palabra. Entonces las cámaras empiezan a disparar y salen los flashes. —No estés tan rígido —me dice con la voz más dulce que he oído nunca—. Relájate, será más sencillo para los dos. Las cámaras no muerden. —Ya. Es sólo que no estoy acostumbrado a ser el centro de atención. —No te preocupes, no están concentrados en ti ahora. Yo atraigo toda la atención. —Se rasca ligeramente la muñeca—. Mírame y déjate llevar. |