Bondrée: la frontera del bosque de Andrée A. Michaud
De todas formas, Duchamp estaba tan anodadado como él: cuando vio a Zaza a la luz de loso focos, Ménard tuvo miedo de que le diera un síncope y acabaran desmayados los dos juntos, es esos espacios blanditos en los que se esconden los hombres cuando están hasta el culo de ser hombres.
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