Forgách reconstruye la historia familiar añadiendo a pie de página los largos informes de la policía y también los de su propia madre, que hablaba hebreo y húngaro y escribía en esta última lengua con muchos errores y de forma tan hilarante que la primera parte resulta a veces inevitablemente divertida a la vez que una muestra del reconocimiento de un hijo que quiere que su madre se exprese con su propia voz.
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