El río de Ana María Matute
A veces le veía volver por el camino de la Umbría, despacio, la mano agarrada a la correa del zurrón. El pastor niño es pensativo, más bien callado. Va a la escuela cuando no tiene cosas más urgentes que hacer. En el otoño, cuando las lluvias son frecuentes, el pastor niño llega mojado, los largos mechones de su pelo negro pegados a la frente. No parece tener frio, ni calor, ni sed, ni hambre. Es una criatura distinta, lejana.
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