Desde Osaka con amor de Ana Elena Martínez
Ella, drogada de Oriente. Él, sucumbiendo a Occidente. Le araño el vestido, se desvistieron las almas y se fundieron en uno. Se embriagaron de caricias de metal y miradas ebrias. Ebrias de alcohol y ciegas de vida. Con el único propósito de ser, de serlo todo en un tiempo infinito e irreversible que juega sin ases, sin posibilidad de victoria, y se mece en la rueda cruel de la fortuna en ocasiones imprevisible y siempre, siempre letal. Oriente devastó a Occidente y Occidente se rindió a las puertas del cruel ejército de Oriente.
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