Tartarin de tarascon de Alphonse Daudet
Pero escuchen bien esto. Ya es hora de que nos entendamos de una vez para siempre con respecto a la reputación de embusteros que los del norte han dado a los meridionales. En el mediodía de Francia no hay embusteros; no los hay en Marsella, ni en Nimes, ni en Tolosa, ni en Tarascón. El hombre del mediodía no miente, se engaña. No dice siempre la verdad; pero cree que la dice... Para él, su mentira no es mentira, es una especie de espejismo. Sí, espejismo... Y para que me entiendan bien, vayan al mediodía y lo verán. Verán aquel demonio del país en que el sol lo transfigura todo y lo hace todo mayor que lo natural. Verán aquellos cerrillos de Provenza, no más altos que la loma de Montmartre, y les parecerán gigantescos. Verán la casa cuadrada de Nimes —una joyita de rinconera— que les parecerá tan grande como Notre-Dame. Verán... ¡ah!, que el único embustero del mediodía, si es que hay alguno, es el sol... Todo lo que toca lo exagera... ¿Qué era Esparta en el tiempo de su esplendor? Un poblacho... ¿Y Atenas, qué fue? A lo sumo una subprefectura... y, no obstante, en la Historia nos aparecen como ciudades enormes. Tal es lo que de ellas ha hecho el sol... + Leer más |