El chico que dibujaba constelaciones de Alice Kellen
Me abrazaste y yo me aferré a la calidez de tu cuerpo, aunque sabía que era una locura. Pese a ello, esa noche soñé que estábamos en aquel lugar, solo que el sitio había dejado de ser tan diáfano para acoger muebles en cada estancia y estaba lleno de vida, esa propia de un hogar; corrientes de aire al abrir las ventanas, puertas que chirriaban y olor a café impregnándolo todo de buena mañana. Y justo ahí en medio, con sendas tazas en la mano, tú y yo mirándonos sonrientes y pletóricos de ilusión.
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