El día que dejó de nevar en Alaska de Alice Kellen
Eres tan increíble, Heather... -Su voz está rota y no sé por qué. Aguanto la respiración mientras sus labios húmedos dejan un reguero de cálidos besos por mi cuello. Se me eriza la piel. Parpadeo. Tengo ganas de llorar. De alegría. De tristeza. De todo-. Alguien debería habértelo dicho cada día de tu vida, todas las mañanas, hasta que terminases creyéndote esa verdad y diciéndotelo a ti misma al mirarte al espejo. Porque es cierto. Lo eres.
|