La ciudad de la lluvia de Alfonso del Río
He de reconocer que si de primeras lo miré con malos ojos fue porque era un tiarrón de los pies a la cabeza. Llevaba una ramita en la comisura de los labios. Y le quedaba hasta bien. Era un tío duro y frío de esos que salen en las películas. Alto e imponente, con una mirada glauca y profunda.
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