La ciudad de la lluvia de Alfonso del Río
Miraba de un lado a otro y veía una ciudad distinta. Igual de distinta que siempre. Una ciudad con alma. En cada cruce de calles podía adivinarse al final el verde de las montañas que rodeaban Bilbao. De ahí que la llamara en el Botxo, por estar en mitad de un valle. Muchas calles se engalanaban con las columnas y balaustradas que recordaban a otra época.
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