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La dama de las camelias de Alexandre Dumas (hijo)
¡Pobres criaturas! Aunque amarlas es un error, lo mínimo que podemos hacer es compadecerlas. Compadecéis al ciego, que nunca ha visto los rayos del sol, al sordo, que nunca ha oído los acordes de la naturaleza, al mudo, que nunca ha podido dar voz a su alma, pero, bajo el falso pretexto del pudor, os negáis a compadecer la ceguera del corazón, la sordera del alma y el mutismo de la conciencia, que vuelven locas a las desdichadas que los padecen y que a su pesar les impiden ver el bien, oír al Señor y hablar la lengua pura del amor y de la fe.
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