Aura cambia las zapatillas por zapatos de tacón de Alexandra Roma
Quedó extasiado en cuanto puso el punto final. No le quería interrumpir. Por algún extraño motivo yo, sin tener ni idea de las rutinas de los compositores, sabía que necesitaba un tiempo para reponerse, recargar toda la energía que había gastado en tocar esa obra maestra. Era un genio. Por lo menos para mí. Su música no era comercial. No la bailarían miles de personas en la discoteca de turno, ni llegaría a ser el hit del verano en las verbenas de mi pueblo, pero seguro que, si alguien se molestaba en escucharlas una sola vez, no las olvidaría nunca.
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