Seda de Alessandro Baricco
Hervé Joncour continuó contando su vida como nunca en su vida lo había hecho. Aquella muchacha continuaba mirándolo con una violencia que imponía a cada una de sus palabras la obligación de sonar memorables.
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Seda de Alessandro Baricco
Hervé Joncour continuó contando su vida como nunca en su vida lo había hecho. Aquella muchacha continuaba mirándolo con una violencia que imponía a cada una de sus palabras la obligación de sonar memorables.
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Tierras de cristal de Alessandro Baricco
Empezó a llorar, de ese modo que es un modo bellísimo, el secreto de unos pocos: los que lloran sólo con los ojos, como vasos llenos hasta arriba de tristeza, impasibles hasta que aquella gota de más al final los vence y se desliza por los bordes, seguida después por otras mil, y permanecen inmóviles allí mientras les cae encima su exiguo fracaso.
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Novecento de Alessandro Baricco
No estás jodido verdaderamente mientras tengas una buena historia a cuestas y alguien a quien contársela
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Seda de Alessandro Baricco
Le dio las gracias a todos, dijo mil veces que no necesitaba nada y regresó a su casa. Nunca le había parecido tan grande: y nunca tan ilógico su destino. Como la desesperación era un exceso que no le pertenecía, se inclinó sobre cuanto había quedado de su vida y volvió a preocuparse por todo con la indestructible tenacidad de un jardinero en el trabajo, la mañana después de la tormenta. |
Seda de Alessandro Baricco
A su mujer, Hélène, le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos era como coger la nada.
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Seda de Alessandro Baricco
—Es un dolor extraño. En voz baja. —Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. |
Seda de Alessandro Baricco
Cumplió treinta y tres años el cuatro de septiembre de 1862. Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.
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Seda de Alessandro Baricco
Era, por lo demás, uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla.
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Novecento de Alessandro Baricco
Tocábamos porque el océano es grande y da miedo, tocábamos para que la gente no notara el paso del tiempo y se olvidara de dónde estaba y de quién era. Tocábamos para hacer que bailaran, porque si bailas no puedes morir y te sientes Dios.
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Tres veces al amanecer de Alessandro Baricco
Siempre se tiene la impresión de que nos hemos metido en la partida equivocada y que con nuestras cartas a saber qué podríamos haber hecho únicamente de haber estado sentados en otra mesa de juego.
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Seda de Alessandro Baricco
Se acordó de haber leído en un libro que los hombres orientales, para honrar la fidelidad de sus amantes, no solían regalarles joyas, sino pájaros refinados y bellísimos.
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Seda de Alessandro Baricco
Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e impotente.
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Novecento de Alessandro Baricco
La tierra es un barco demasiado grande para mí. Es un viaje demasiado largo. Es una mujer demasiado hermosa. Es un perfume demasiado intenso. Es una música que no sé tocar.
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Seda de Alessandro Baricco
De vez en cuando, en los días de viento, Hervé Joncour bajaba hasta el lago y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida.
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La vía de la narración de Alessandro Baricco
Una historia es el campo de energía producido en el alma de uno de nosotros por la vibración inesperada de una tesela del mundo. Su génesis puede durar un instante o incubarse durante años. Su tiempo de germinación es un misterio.
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Seda de Alessandro Baricco
Era un hilo de oro que corría recto en la trama de una alfombra tejida por un loco.
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Novecento de Alessandro Baricco
Aquello era miseria, pura miseria. Algo parecido a lo que ocurría con la ropa…, subían con parches hasta en el trasero, todos con su traje, el único que tenían, gastado por todas partes. Pero después, como América es América, al final los veías bajar, a todos bien vestidos, incluso los hombres con corbata y los niños con unas camisetas blancas…, en fin, se las arreglaban estupendamente, en aquellos veinte días de navegación cosían y cortaban, al final no encontrabas ni una sola cortina en el barco, ni una sábana, nada: se habían hecho el traje bueno para América. Toda la familia. Qué ibas a decirles…
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Seda de Alessandro Baricco
Hay personas que contemplan su destino de la misma forma en que la mayoría acostumbra contemplar un día de lluvia.
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Novecento de Alessandro Baricco
La tierra es un barco demasiado grande para mí. Es un viaje demasiado largo.
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Gregorio Samsa es un ...