Timboctou de Alejandro Ricaño
Las vecinas de Bernardita no se habían encontrado feas de la noche a la mañana. Ni pensaban colectivamente, como sospechaba Bernardita. Las vecinas de Bernardita, sencillamente, habían recibido una visita de Benito. Una tarde, Benito encontró a Bernardita llorando en su cuarto. Bernardita.-Soy una imbécil, Benito. No soy capaz de vender una crema. ¿A qué otra cosa puedo aspirar? Esa misma noche, Benito visitó a todas las vecinas y les dio dinero para que le compraran productos a su mamá. |