Le collier de la reine de Alejandro Dumas
En esto, efectivamente, surgía otra dificultad. El nombre de Andrea lo había salvado todo ante el rey. Per ¿quién podía responder de este espíritu caprichoso, independiente, voluntarioso que se llamaba señorita de Taverney? ¿Quién podía contar con que esta orgullosa persona enajenaría su libertad, su porvenir en provecho de una reina a la que pocos días antes había dejado como una enemiga?
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