La otra verdad de Alda Merini
Mi imagen de madre se volvió más incierta que nunca. A veces actuaba como una niña. Otras, me olvidaba de mis hijos y me transformaba yo misma en mi propia hija. En cierta ocasión mi hija mayor me dijo: "Desde que estás internada he aprendido a ser tu madre". Su comentario me golpeó como un disparo en medio del pecho. ¿Cómo podía decirme algo semejante? Incluso discapacitada, mis entrañas todavía estaban maduras para reproducir, y ella había sido la primera confirmación. Desde aquel momento la odié y no quise que volviera a visitarme. La sentía inferior a mis expectativas. En pocas palabras, había proyectado sobre mi hija el concepto de madre que tanto pesaba sobre mi conciencia.
|