Cielos clausurados de Alberto Rodríguez Andrés
Los siglos pasaban y pasaban, todo cambiaba pero había algo que permanecía inamovible: la innata estupidez de los hombres, la inherente bobería de la especie. Esa idiocia no la habían inventado ni el Diablo ni la Muerte, no. Esta tontería supina era cosa de Dios. Defecto de fábrica. Fallo en origen.
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