Calificación promedio: 5 (sobre 3 calificaciones)
/No me recuerdo sin leer cómics. En los años setenta, cuando era un niño, leía sobretodo comic infantil europeo, de la escuela francobelga por un lado y de la editorial Bruguera por otro. Super López fue quizás el primer cómic en el que identifiqué al autor detrás de las historietas y marcó el inicio de mi interés por ser, también, dibujante de tebeos. En la facultad de Bellas Artes de Barcelona conocí a otros dibujantes y, junto a ellos, formamos un colectivo desde el que nos automedicamos el cómic Mondo Lirondo. Fue una experiencia divertidísima y confirmó que esto es a lo que quería dedicarme.
El primer cómic que conservo (tendría yo siete u ocho años) se llamaba Aventuras de una pera extraterrestre en la tierra, el concepto no daba mucho de sí porque lo abandoné a las dos páginas.
¡Qué pregunta más difícil! Diría que la variedad es enorme en ambos casos y, como mucho, te los podría clasificar por el tipo de cómic al que se dedican. Los que hacen superhéroes, los que se dedican al álbum europeo, los novelistas gráficos, los humoristas…Ahí sí que uno puede encontrar ciertas afinidades, ciertos tropos que los unen. Hace unos años también te habría dicho que son sobretodo hombres pero por suerte eso está cambiando.
El humor siempre ha sido un tema peliagudo y siempre ha generado respuestas airadas por parte de gente que no lo entiende o que no está de acuerdo con la tesis del chiste. Cuando estaba en El Jueves recibíamos cada semana decenas de cartas de gente ofendida y entendíamos que eso iba con el trabajo. Ahora con las redes las opiniones son más inmediatas y, seguramente, bastante más airadas lo que hace que el trabajo del humorista se complique. de todos modos uno no debería confundir una opinión en redes, por explosiva que sea, con censura. El auténtico problema ahora mismo en España es que hay jueces que opinan que una viñeta de humor (o una canción, o una obra de títeres) pueden constituirse en delito. La última vez que sucedió eso el país todavía no estaba en democracia.
Fui un director bastante fugaz, a los dibujantes nos gusta mucho dibujar y bastante menos dirigir cosas y ni tan siquiera considero que hiciera un trabajo especialmente bueno en ese puesto, así que pasaremos de puntillas por lo de director. Como redactor de la revista si me enorgullece haber colaborado a su renovación en los años noventa. Como dibujante entré muy joven, muy verde y aprendí un montón en la batalla semanal que supone llenar una revista de chistes para que esté los miércoles en el quiosco. Los dibujantes veteranos solían decir a los de nuestra generación que éramos muy blandos, poco combativos y en parte tenían razón. Eramos la primera generación de humoristas nacidos en democracia y teníamos menos problemas con la autoridad. Hacíamos un humor más costumbrista, menos combativo. Eso, creo, cambió a la fuerza en los primeros dos mil, cuando la ola neoliberal en la que ahora estamos inmersos empezó a mostrar los dientes y tuvimos que recuperar la mala leche, porque era lo que nos quedaba.
Dibujarse a uno mismo, contarse a uno mismo, es tremendamente terapéutico. Partimos de la base de que uno no es nunca totalmente sincero cuando hace autobiografía. Mi personaje en este libro es más bien un avatar, con muchas cosas mías (más de las que me gustaría admitir) pero llevado al extremo para que funciona dentro de la comedia. Lo que uno descubre cuando cuenta su vida es que no es tan distinta de la de los demás. Muchos lectores se sienten identificados con el Monteys dibujado y sus miserias cotidianas.
El humor me sale solo, así que me concentro en la parte de ciencia ficción, en la que estoy menos bregado. En el fondo son dos géneros muy parecidos. Ambos hablan del mundo en el que vivimos: el humor deformándolo y la ciencia ficción proyectando una sombra en el futuro. La ciencia ficción, eso sí, requiere una exactitud, una verosimilitud que hace que escribir un buen relato de anticipación sea un reto enorme y muy satisfactorio.
Universo está concebido para su lectura en formato digital. de ahí el formato apaisado y el uso de pocas viñetas por página, por ejemplo. En el digital nunca sabes en que dispositivo y a qué tamaño te van a leer los lectores así que tienes que adoptar soluciones lo más universales posibles. El digital supone, además, una revolución en cuanto a la relación entre lector y autor, permitiendo que sea mucho más directa y de responsabilidad mutua. No pagas el cómic, pagas la posibilidad de que el autor viva de ese cómic y puede producir otro. Cuando llegas al papel, que es un paso inevitable, te abres a muchos más lectores y, a cambio el formato y la relación autor-lector se convierten en algo mucho más tradicional. Ambos formatos son compatibles y hemos descubierto que sirve a tipos distintos de lectores (más urgente e inquieto el digital, más reposado y coleccionista el de papel), que al final permiten que crear siga siendo posible.
Creo que Universo tiene más influencias literarias que cinematográficas. Soy un gran lector de relatos de ciencia ficción. de hecho creo que el género tiene sus mejores momentos en el relato corto, mucho más que en la novela. Por citar sólo algunos, diría que Stanislaw Lem, Kurt Vonnegut, Theodore Sturgeon o Harlan Ellison tienen reflejo en Universo. En cuanto a audiovisual, puede que la influencia más clara sea la serie clásica The twilight zone que no me canso nunca de revisar.
Si algo nos enseñan los relatos de viajes en el tiempo es que viajar en el tiempo nunca sale bien. Uno acaba siendo su propio abuelo, extinguiendo a los canguros o complicando cualquier cosa que en su momento parecía irrelevante pero que tiene una importancia capital. Pero si me viera forzado a elegir viajaría a la Inglaterra de 1895, buscaría a H.G. Wells que estaría en esos momentos acabando de corregir las pruebas de La máquina del tiempo y le daría un abrazo.
Hay millones de cosas que nunca dibujaré pero es por falta de interés o de pericia. En el mundo de la ficción todo está permitido.
El Super López de Jan. Fue el primer tebeo en el que reconocí al autor. Jan se esmeraba por contar algo interesante y de calado, por transmitir opinión y mostraba un orgullo por su oficio que era dificil de encontrar en el cómic español de esa época. Además, dibujaba a Súper López en Barcelona. No sé si se llega mencionar en el cómic, pero es la ciudad en la que vivo y Jan la retrataba muy bien.
Leer cómics magníficos me resulta más motivador que paralizante. Moebius era tan bueno que no me cabe en la cabeza, toda la obra de David B. me parece una barbaridad y ni en ocho vidas abarcaría la mitad de lo que hizo Osamu Tezuka, por mencionar a unos pocos.
Posiblemente la primera vez que pensé que con los cómics se podía ir un poco más allá fue con el Contrato con Dios de Will Eisner. No había leído nada parecido hasta entonces y fue una lectura que cambio mi visión de lo que podían hacer los cómics.
Siempre tengo a mano algún recopilatorio de The Far Side de Gary Larson.
Epiléptico de David B. es quizás mi favorita dentro de los nuevos clásicos.
Viaje de Yuchi Yokoyama. Hace ya algunos años que Apa Apa publicó este manga maravilloso que cuenta simplemente como un grupo de personas entra en un tren por un extremo y sale por el otro. Puro movimiento, narrativa y algo de abstracción y de todo ello sale un cómic entretenidísmo y fascinante.
Gorazde de Joe Sacco. La tengo en la mesilla de noche hace años, y algo en su densidad hace que siempre acabe optando por otra lectura.
Estoy releyendo Matadero Cinco de Kurt Vonnegut y, como siempre tengo dos o tres libros en marcha al mismo tiempo porque me los olvido en todas partes estoy leyendo también The Female Man de Joanna Russ, una autora de la que quería leer algo hace ya tiempo.
En esta ocasión contamos con la presencia del prolífero autor barcelonés Albert Monteys. Autor de obras tan relevantes como ¡Para ti, que eres joven! o la serie digital de ficción retrofuturista ¡Universo! que además trabajó como dibujante de la revista satírica El Jueves hasta el año 2014.
Calamar Gigante