La dama de la furgoneta de Alan Bennett
Aun así, habrá un momento de placer en este viaje, como en todos ellos. Cuando la han traído del mercado empujando la silla, dice a quien la empuja (y lo dice: nunca da las gracias) que la deje delante de la verja, pero en el centro de la calle. Después, cuando cree que nadie mira, levanta los pies, se incorpora y recorre andando los pocos metros de distancia hasta la verja. La expresión de su cara es de puro deleite.
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