Diez negritos de Agatha Christie
A su pesar los invitados se fueron a sus habitaciones. Si hubiesen estado en una vieja casona con las escaleras y los suelos cimbreantes, con rincones llenos de sombras por todas partes y paredes artesonadas y oscuras, hubiesen podido sentir siniestros temores, pero no se encontraban en tal caso. En esta vivienda ultramoderna, exenta de oscuros rincones, con luz eléctrica derramada a chorros, todo era nuevo, brillante, resplandeciente, nada podía esconderse de malo, faltaba por completo el ambiente de los viejos caserones atormentados. Y, sin embargo, inspiraba a los reunidos un temor inexplicable. Se desearon las buenas noches y entraron en sus respectivos dormitorios. Casi inconscientemente todos echaron la llave a su puerta. |