La tentación de Adán de Adriana Rubens
—Eso es ridículo. ¿Por qué se tendría que esconder? —¡Qué sé yo! —gruñó Adán—. Esa chica es más rara que un perro verde. Eso dolió, sobre todo porque era cierto. Sí que se escondía. Pero no solo de ellos, lo hacía del mundo en general. Por primera vez tenía cierta libertad, podía volar, pero no sabía cómo empezar a hacerlo. Debía reconocer que estaba perdida. |