El arquitecto de la canción de A.G. Howard
«El aroma de la flor se mezcló con la leña carbonizada. Desbordada por el deseo de volver a oír aquella melodía una vez más —si es que era posible—, extendí la mano, salpiqué el suelo de agua, y toqué un pétalo plateado con las yemas de los dedos. Mi cuerpo se tensó cuando la canción renació al instante. El hombre —o espejismo— emergió poco a poco en un rincón, apoyado contra el armario y, de nuevo, se cubría las orejas con las manos.»
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