Vitae: No te enamores de un monstruo de A. G. Dones
Su boca ascendió unos centímetros más para rozar la mía un instante, el suficiente para hacerme jadear de nuevo antes de contener la respiración y empezar a marearme. Después, me besó. No fue un beso cortés, tampoco desenfrenado. Pude sentir el esfuerzo de la contención en la postura de su cuerpo y en la tirantez de los músculos de su mandíbula. Era un beso profundo, cargado de intención, como una amenaza y, al mismo tiempo, pidiendo permiso
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