Thérèse Raquin de Émile Zola
Thérèse vivía en una oscuridad húmeda, en un silencio taciturno y agobiante y veía cómo la vida se extendía ante ella, desnuda, trayendo consigo cada noche el mismo lecho frío y cada mañana el mismo día huero.
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Thérèse vivía en una oscuridad húmeda, en un silencio taciturno y agobiante y veía cómo la vida se extendía ante ella, desnuda, trayendo consigo cada noche el mismo lecho frío y cada mañana el mismo día huero.
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La Taberna de Émile Zola
Coupeau tuvo suerte y se contrató para salir a trabajar en provincias, en Étampes; y allí estuvo tres meses, sin emborracharse y casi curado por los aires del campo, aunque no fuera más que momentáneamente. Nadie duda de la eficacia que, para quitar la sed, ejerce en los borrachos el abandonar los aires de París, donde las calles están llenas de humo de aguardiente y vino.
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La Débâcle de Émile Zola
Tuvo entonces una sensación extraordinaria. Le pareció que por encima de aquella ciudad ardiendo, asomaba ya una aurora. Era, sí, el final de todo; un encarnizamiento de la suerte, una acumulación tan grande de desastres, que ninguna nación los había tenido mayores
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Cuando no hay esperanza para el futuro, el presente se tiñe de una infame amargura.
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La Taberna de Émile Zola
Bueno es no ser envidiosa, pero se reniega siempre cuando se ve a los demás calzarse nuestros zapatos y pisarnos con ellos.
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La Débâcle de Émile Zola
¡Ah! los zuavos y los turcos, ¡vaya unos valientes! Circulaban toda clase de leyendas; Alemania temblaba y se incomodaba, diciendo que era indigno de toda nación civilizada emplear en su defensa salvajes como esos.
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La Débâcle de Émile Zola
Juan Macquart, que estaba ocupado en el arreglo de su tienda de campaña, se puso de pie. Al primer anuncio de la guerra había abandonado su pueblo, Rognes, con la pesadumbre que le había producido el drama en que acababa de perder a su mujer Francisca y las tierras que le había llevado en dote; se había reenganchado a los treinta y nueve años, obteniendo inmediatamente los galones de cabo; con esta graduación se incorporó al 106° regimiento de línea
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Se entregaba sin escatimar, iba sin rodeos hacia donde la empujaba su pasión. Aquella mujer, a la que habían doblegado las circunstancias y que al fin se enderezaba, desnudaba por completo todo su ser al referir su vida.
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Thérèse Raquin de Émile Zola
Tiene usted un defecto que le va a ir cerrando todas las puertas, no puede charlar ni dos minutos con un imbecil sin hacerle notar que es imbecil.
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La Débâcle de Émile Zola
Y en medio del salvaje egoísmo que los rodeaba, en aquel rincón de humanidad doliente, donde el hambre hacía sufrir atrozmente, debía acaso a esa abnegación completa, el beneficio imprevisto de conservar su tranquilidad y su salud; porque sólo él, firme aún, no perdía la cabeza
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La Débâcle de Émile Zola
Todos de pie, agitados, olvidando sus penas y sus fatigas, querían batirse, hacerse matar antes que continuar huyendo a la desbandada, sin saber cómo ni por qué
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La Débâcle de Émile Zola
La derrota había causado sobre todo un pueblo que creía segura la victoria, la emoción terrible en las calles, la convocatoria de las Cámaras, la caída del ministerio liberal que había hecho el plebiscito, desposeído al Emperador de su título de general en jefe, lo que le obligaba a entregar el mando superior al mariscal Bazaine
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La Taberna de Émile Zola
Yo no soy ambiciosa, no pido grandes cosas... mi ideal sería trabajar tranquila, y no carecer nunca de pan, y contar con un agujero un poco limpio para dormir, con lo más necesario: una cama, una mesa, dos sillas... ¡Ah! quisiera, además, poder educar a mis hijos hacerlos hombres de bien, si eso fuera posible... También tengo otro ideal: no ser golpeada si volviera unirme a otro hombre; no, no me gustaría que me sacudieron el polvo... y eso es todo, créamelo, eso es todo... Si se puede, por último, tener el deseo de morir una en su cama... después de haber correteado toda una vida moriría satisfecha en mi cama y en mi casa. |
Nana de Émile Zola
Había crecido en un arrabal, en el arroyo parisiense, y alta, hermosa, de carne soberbia como planta de estercolero, vengaba a los indigentes y a los abandonados, a los cuales pertenecía. Con ella, la podredumbre que se dejaba fermentar en el pueblo ascendía y pudría a la aristocracia. Ella se convertía en una fuerza de la naturaleza, en un fermento de destrucción, sin quererlo ella misma, corrompiendo y desorganizando. París entre sus muslos de nieve. Y al final del artículo aparecía la comparación de la mosca, una mosca de color de sol y envuelta en basura, una mosca que tomaba la muerte de las carroñas toleradas a lo largo de los caminos y que, zumbando, bailando, lanzando brillos de joya, envenenaba a los hombres con sólo ponerse sobre ellos, en los palacios que invadía entrando por las ventanas.
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El Tugurio de Émile Zola
Cuando llegan los días malos, sucede que a veces se viven veladas buenas, en las que personas que se odian se llevan bien por unas horas.
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La obra de Émile Zola
No, no es absoluto suficiente...No quiero irme contigo, no quiero ser feliz, quiero pintar.
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La Débâcle de Émile Zola
Entre los doce mil infelices a quienes costó la vida la Commune ¡cua´ntos hombres de bien hubo por cada pillo! Decíase que había llegado de Versalles la orden de cesar las ejecuciones. Pero, así y todo, se seguía matando, y Thiers iba a quedar como el asesino legendario de París, en su gloria de libertador del territorio
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La edad de la inocencia