El corazón de Hannah de
Rocío Carmona
Cuando Hannah terminaba de secar el último vaso, su padre se acercó a ella por detrás y le puso una mano sobre la cabeza, acariciando suavemente sus cabellos, ocultos bajo la cofia almidonada. Ella se dio la vuelta y sonrió con los ojos bajos. John Miller era un hombre de pocas palabras. Aún así, Hannah sabía que con aquella mano áspera que ahora temblaba levemente al tocarla, su padre le estaba diciendo sin hablar que la quería y que estaba orgulloso de ella.
Hannah recordó un gesto parecido el día que terminó el colegio, hacía dos años, y le dedicó una sonrisa tímida. Los ojos azul petróleo de su padre se encontraron con los suyos, tan parecidos, y se humedecieron al instante. A Hannah le dio un vuelvo el corazón al verlo tan emocionado, y por segunda vez aquella mañana sintió que la vida tal y como la conocía hasta ese instante estaba a punto de cambiar.