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Tatiana y Alexander de Paullina Simons
Vikki había tenido un primer amor. Edward había tenido un primer amor. Isabella y Travis habían tenido un primer amor. El primer amor, el primer beso, el primer todo. Érase una vez, cuando eran tan jóvenes... Y después crecieron. Pasó el tiempo, se sucedieron los ciclos de la luna, la música se detuvo, la muchacha se quitó el vestido de tafetán, la hoguera se apagó, las risas se acallaron. Y en otro momento, con la certeza del amanecer, otro joven caminó hacia la joven vestida de tafetán y le sonrió, y ella alzó los ojos hacia él y él bajó los ojos hacia ella. No era el primer amor. No era el primer beso. Pero era amor, a pesar de todo. Y el beso era dulce. Y el corazón palpitaba de nuevo. Yla joven siguió adelante. Siguió adelante porque deseaba vivir y ser feliz. Deseaba amar de nuevo. No quería quedarse para siempre mirando el mar desde la ventana. No quería recordar. Quería olvidar al primer hombre. Y sobre todo, quería revivir aquella primera sensación. Quería tomar aquella sensación y transferirla a otro hombre, y sonreír otra vez, porque su corazón estaba demasiado vivo para dejar de amar. Porque su corazón tenía que curarse y sentir. Y porque la vida era larga. La muchacha siguió adelante y dejó de llorar, sonrió, se puso otro vestido y se acercó a otro hombre. Volvió a cantar y bromear, porque después de todo seguía en este mundo y seguía siendo la misma persona, una persona que necesitaba reír al ver las rosas, aunque sabía que jamás, por mucho tiempo que pasara, volvería a amar como habia amado a los 17 años |