Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Sólo a Dioniso otorgó Rea la amatista que salva al bebedor de las cadenas de la locura
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Sólo a Dioniso otorgó Rea la amatista que salva al bebedor de las cadenas de la locura
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Yo soy más fuerte que todos vosotros. Pues si mi vino está ausente de la mesa, los banquetes pierden su deleite y las danzas carecen de encanto
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
El amado cadáver se irguió, como una víbora que repta, hasta tomar por sí solo su propia forma. Así llegó a ser la dulce flor. En la transformación del cadáver su estómago se convirtió en un enorme tronco; sus manos crecieron como ramas, mientras sus pies echaron raíces; sus bucles eran racimos y su piel de cervato se tornó en la flor multicolor del fruto creciente; su esbelto cuello, en un ramo de vides
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Tú diste penas a Dioniso, el libre de pesares; pero cuando crezca tu vino, de gotas de miel, brindarás deleite al cosmos entero, de cuatro partes; otorga la libación para los Bienaventurados y bienaventuranza a Dioniso. El soberano Baco lloró para liberar a los hombres del llanto
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Yo convertiré a tu niño en un dulce néctar, que enciende el deseo de beber
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Está vivo, tenlo por seguro, tu muchacho, y no ha de atravesar las aguas del Aqueronte; tu queja logró hacer revocables los inflexibles hilos del Destino, que no cambia su rumbo
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Febo concedió Zeus el mántico laurel; y las rojas rosas a la rosada Afrodita; el claro retoño del olivo a Atenea, de ojos claros; y espigas a Deméter, viñedos a Dioniso
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Así navegaban ellas (las Horas) por las crestas del Océano del Poniente, hacia la morada de su padre Helio
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Esta joven cubría su piel con brillante ropa fina. Cuando giraba en la danza mostraba a través de su sutil vestido los secretos de sus muslos, y de su rostro chorreaba un húmedo sudor, mientras el abrazador sol ablandaba sus mejillas
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Ni el tiempo sabe cómo destruir al amor, aunque sí ha aprendido a ocultar todas las cosas
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Dichoso el que sacude la tierra, porque amó a un joven Frigio, un vecino de la patria de mi niño, al cual le deparó todo tipo de cuidados y lo condujo hacia la casa de Zeus como dorado ciudadano del Olimpo.
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Los graciosos rizos de su cabeza, que pese a su corta vida habían despertado tanto amor, se agitaban sobre su rostro con el cuidadoso soplo de los vientos. Continuaba encantador pese a estar en el polvo
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Luego, el furioso toro corrió a través de la inaccesible cima de la montaña dando brincos con la hendida pezuña de sus patas, hasta que arrojó de cabeza, fuera de su lomo, al adolescente. Tras rodar sobre sí mismo cayó sobre sus vértebras en forma oblicua. Y en el mismo momento en que su cuello se partió, se pudo oír un agudo grito de dolor. Inmediatamente el toro lo hizo rodar de aquí para allá sobre el suelo hasta que finalmente lo ensartó con la aguzada punta de su cuerno. Un muerto sin cabeza yacía allí; su brillante cuerpo era ahora un insepulto cadáver bañado en roja sangre.
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Pero la mortífera Ate, al ver al corajudo joven solo mientras erraba por las montañas, lejos de Lieo que andaba de caza, adoptó la forma de un joven de la misma edad que él y habló a Ámpelo con palabras totalmente engañosas, pues complacía a la madrastra del Dioniso Frigio
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Evio rió, fue golpeado por el tierno pie del coetáneo mancebo, y se deslizó estirado de espaldas en la arena; al estar Baco extendido voluntariamente encima de la tierra, el muchacho se sentó sobre el desnudo vientre
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Mas yo rechazo el etéreo fuego de tu rayo; no quiero la nube, ni el estruendo del trueno; pero si quieres, entrégale al ardiente Hefesto la chispa del rayo; tenga Ares el velo de tus nubes como coraza; concédele como gracia a Hermes el estrépito del trueno procedente de Zeus, y que Apolo levante el esplendor de su progenitor; sólo a mí, a Dioniso, amante de la danza, déjame al muchacho
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
¿Qué padre te engendró? ¿Qué celeste vientre te dio a luz? ¿Cuál de las Gracias te parió? ¿Qué bello Apolo te sembró? Habla, amigo, no ocultes tu origen
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Cierta vez, mientras cazaba bajo una umbrosa hendidura del bosque, fue cautivado por la rosácea figura de un mozo de su edad. En verdad, el joven Ámpelo crecía, juguetón, bajo la sierra Frigia, recién nacido, vástago de Amores
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
De tal modo bramó la etérea ninfa Sémele; se burló con bramidos de la vida de su hermana Ino, habitante del mar
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Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Cortó con su cuchillo la desconocida cabeza, que se le figuraba de un ciervo. Y por no significarle nada ese rostro, reía acariciando la prominencia de ensangrentada quijada, y la sobaba como la de una fiera
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¿En qué época se desarrolla la historia?