Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Y el Crónida, tras abandonar su forma taurina, comenzó a correr, bajo el aspecto de un joven muchacho en torno de la joven, aún no sometida. Y acarició sus miembros. En primer lugar soltó la cinta que la rodeaba, para desnudar el pecho de la joven. Y, como sin querer, apretó el inflado contorno de su firme seno, besando el pezón con sus labios. Luego rompió, en silencio, el casto lazo que guarda la virginidad, para recoger el verde fruto de los Amores Ciprídeos.
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