Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg
Me había equivocado en todo, pero todavía se podía remediar. Si hacía un esfuerzo me podía convertir en otra mujer.
|
Calificación promedio: 5 (sobre 119 calificaciones)
/Educada en una familia en la que los libros son "peligrosos para la salud", Paula sueña con tener su propia biblioteca. Este amor por la literatura la lleva a buscar una vida lejos del hogar de origen. al otro lado del océano, primero en Barcelona y luego en Madrid, funda una librería habitada por las obras de sus autores más queridos. Para su sorpresa, tras la muerte de su madre esta vocación abre espacio a nuevos anhelos, que de a ratos parecen imposibles: tener un hijo y pertenecer por fin a un lugar de forma permanente. Dividida entre labores y países, Paula encuentra en la cerámica una nueva revelación. En el jardín de Mishal, su profesora, descubre el poder de la observación paciente y el trabajo artesanal y termina forjando la figura de la diosa de Laussel, que coloca en el centro de su casa. Guiada por ella, por charlas con amigas y por la lectura de sus escritores admirados, desde T. S. Eliot hasta Roberto Bolaño, Natalia Ginzburg, Agota Kristof o Marta Sanz, la autora argentina y cofundadora de la librería Lata Peinada nos brinda una conmovedora memoir sobre el poder transformador de la literatura, el singular oficio de librera y las distintas formas de crear y reinventar la vida. Más información: https://www.penguinlibros.com/ar/literatura-contemporanea/336526-libro-la-libreria-y-la-diosa-9788426426376
Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg
Me había equivocado en todo, pero todavía se podía remediar. Si hacía un esfuerzo me podía convertir en otra mujer.
|
Antón Chéjov de Natalia Ginzburg
Su débil cuerpo humano había perdido el equilibrio y ya no podía servir de envoltorio a un genio.
|
Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg
La vida comienza cuando todavía somos demasiado jóvenes para comprenderla.
|
Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg
Algunas veces estaba muy triste, pero durante mucho tiempo nosotros pensamos que se curaría de esa tristeza cuando se decidiera a hacerse adulto, porque la suya nos parecía una tristeza como de muchacho, la melancolía voluptuosa y despistada del muchacho que todavía no tiene los pies sobre la tierra y se mueve en el mundo árido y solitario de los sueños.
|
Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg
Sé que escribir es mi oficio. Cuando me pongo a escribir me siento extraordinariamente a gusto y me muevo en un elemento que me parece conocer extraordinariamente bien: utilizo instrumentos que me son conocidos y familiares y los siento bien firmes en mis manos. (...) Es un oficio bastante difícil, ya lo veis, pero es el más bonito que existe en el mundo. Los días y las cosas de nuestra vida, los días y las cosas de la vida de los demás a que nosotros asistimos, lecturas, imágenes, pensamientos y conversaciones: se alimenta de todo esto y crece en nuestro interior. Es un oficio que se nutre también de cosas horribles, come lo mejor y lo peor de nuestra vida, a su sangre afluyen lo mismo nuestros sentimientos buenos que los malos. Se nutre de nosotros y crece en nosotros. |
Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg
No es mi marido. Un marido es es una persona de la que una sabe siempre donde está
|
Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg
"Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber." (Pág.145).
|
Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg
Me daba la sensación de que yo nunca había sido capaz de vivir y de que ya era demasiado tarde como para aprender, pensaba que en mi vida no había hecho otra cosa que mirar fijamente en aquel pozo oscuro que había en mi interior.
|
Léxico familiar de Natalia Ginzburg
Somos cinco hermanos. Vivimos en distintas ciudades y algunos en el extranjero, pero no solemos escribirnos. Cuando nos vemos, podemos estar indiferentes o distraídos los unos de los otros, pero basta que uno de nosotros diga una palabra, una frase, una de aquellas antiguas frases que hemos oído y repetido infinidad de veces en nuestra infancia, nos basta con decir: «No hemos venido a Bérgamo a hacer campamento» o «¿A qué apesta el ácido sulfhídrico?», para volver a recuperar de pronto nuestra antigua relación y nuestra infancia y juventud, unidas indisolublemente a aquellas frases, a aquellas palabras.
|
Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg
Ama a tu prójimo como a ti mismo, dijo Dios. A nosotros esto nos parece absurdo: Dios dijo algo absurdo, impuso a los hombres algo que es imposible realizar. ¿Cómo amar a nuestro prójimo, que nos desprecia y no se deja amar? ¿Y cómo amarnos a nosotros mismos, si somos despreciables, pesados y tétricos? ¿Cómo amar a nuestro prójimo, que quizá no exista y no sea más que una multitud de sombras, si Dios nos hizo a nosotros, a nosotros solos, y nos puso aquí, en una tierra que es una sombra, solos, para que nos alimentásemos de nuestros vertiginosos pensamientos?
|
La edad de la inocencia