Un cuento oscuro de Naomi Novik
Allí estaban los libros en sus elegantes hileras, como siempre, plácidos y sin inquietarse ante mi necesidad. Algunos de ellos me resultaban ya conocidos: «viejos enemigos», los habría llamado yo, llenos de hechizos y encantamientos que entre mis labios inevitablemente se habrían tergiversado, de páginas temblorosas hasta el desagrado cuando tocaba el pergamino.
|