Cartas persas de Montesquieu
Había en el país dos hombres muy singulares que tenían humanidad, conocían la justicia y amaban la virtud. Estaban ligados entre sí no sólo por la rectitud de su corazón, sino también por la corrupción ajena. Veían la desolación general y sólo por su piedad la lamentaban, encontrando en esto un nuevo lazo de unión. Trabajaban con una común solicitud por el interés general y no tenían entre sí otras diferencias que las nacidas de una tierna amistad. Separados de suscompatriotas indignos de su presencia, llevaban una vida feliz y tranquila en el lugar más apartado del país. Los campos cultivados por tan virtuosas manos, parecían producir por sí mismos. Amaban a sus mujeres y eran amados. Ponían todo su cuidado en educar a sus hijos en la virtud. Sin cesar les hacían ver las desgracias que afligían a sus compatriotas poniéndoles ante los ojos este triste ejemplo. Y, sobre todo, les hacían sentir que el interés de los particulares se encuentra siempre en el interés común; que pretender separarse de él es querer perderse; que la virtud no es una cosa que haya de sernos difícil y que no debe mirársela como un ejercicio penoso; que, en fin, la justicia para con los demás es una caridad para con nosotros mismos.
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