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Muerto para vosotros. de McMann Lisa
Pero entonces la película termina, las luces recobran su luminosidad y la gente vitorea; el comentarista, gritando por encima de los gritos, me llama para que baje a su lado, al escenario. Eso es lo que desata el ataque. La risa. Ahora sí que parezco un bicho raro, no puedo respirar, pero Cami no se arredra. Me agarra del brazo, me levanta y me arrastra tribuna abajo. A continuación todo se queda en un silencio inquietante, da vueltas, se oscurece. Yo me río como un lunático y jadeo para tomar aire tropezando por las escaleras hasta que me fallan las rodillas. En ese momento me caigo de bruces, se me afloja la repleta vejiga y me estampo de cabeza contra un escalón. Todo desaparece. |