Pálida como la luna de Mary Higgins Clark
Maggie trató de abrir los ojos, pero el esfuerzo era demasiado grande. Le dolía mucho la cabeza. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Levantó la mano, pero la detuvo a poco centímetros del cuerpo, incapaz de seguir. Empujó instintivamente la barrera que tenía encima, pero no se movió ¿Qué era? Parecía suave, como de satén, y estaba fría. |