Confesión de Martín Kohan
Algunas tormentas terribles, de aspecto definitivo, se disuelven también en la nada, se esfuman como devorándose a sí mismas, dejan paso a ese sol reluciente que parecían haber sepultado allá arriba; o también, para el caso, ciertas lloviznas, duraderas por cansinas, absolutas como su cielo encapotado, se abren de repente de un tajo justo en el medio, se desgarran de lado a lado igual que una tela tirante una vez que un primer corte existió, interrumpen su para siempre y les abren camino a la luz y a los brillos y al celeste. Así también dejó de llorar Mirta López.
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