Maldito veintiuno de marzo de Maria Ferrer Payeras
—¿No puedes dormir? —No. –¿Quieres que hablemos un rato más? —bostezó. —No, tú duerme, yo continuaré haciendo lo que hacía. —¿Qué hacías? —insistió ella sin poder mantener los ojos abiertos del todo. —Mirarte dormir.
|