Como agua para chocolate de Laura Esquivel
Cuando el fósforo que masticaba hacía contacto con la luminosa imagen que evocaba, el cerillo se escondía. Poco a poco su visión se fue aclarando hasta que ante sus ojos apareció nuevamente el túnel. Ahí, en la entrada, estaba la luminosa figura de Pedro, esperándola. Tita no dudó. Se dejó ir a su encuentro y ambos se fundieron en un largo abrazo y experimentando nuevamente un clima amoroso partieron juntos hacia el edén perdido. Ya nunca más se separarían. |