Mientras estás sola de Laia Sinclair
Sí, estaba decidido. No quería que se comportara como un caballero. Quería a un truhán que lograra derretir el hielo que me rodeaba el corazón y el alma.
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Mientras estás sola de Laia Sinclair
Sí, estaba decidido. No quería que se comportara como un caballero. Quería a un truhán que lograra derretir el hielo que me rodeaba el corazón y el alma.
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Mientras sonríes de Laia Sinclair
(…) Mi mente se había dividido en dos, la profesional que atendía su trabajo y la mujer que temblaba por culpa de un beso. Un beso que había removido algo en mi interior que quería mantener enterrado: la mujer que sentía, vivía y podía amar. Porque amar a un hombre como Knox Wescott era un maldito error que podía costarme muy caro.
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Mientras esperas de Laia Sinclair
—Ya no estás sola, pequeña —le susurré—. Ahora me tienes a mí. Siempre.
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Mientras sueñas de Laia Sinclair
—No, tú y yo no tenemos nada de lo que hablar. Me lo dejaste todo muy claro la última vez, ¿recuerdas? —Fui un necio. Es lo que vengo a confesarte. Me comporté como un idiota rematado. —Llevas años comportándote así. —Tienes razón. Pero se acabó, Hannah. Se acabó intentar ignorar lo que siento por ti. Lo que siempre he sentido por ti. —Ya no me interesa, Mac. No quiero saber qué sientes o dejas de sentir, ni por mí, ni por nadie. |
Mientras estás sola de Laia Sinclair
(…) el día que crucé mis primeras palabras con Elsa, supe qué era esa extraña alegría que sentía las pocas veces que me había cruzado con ella. Era amor. Fulminante. Instantáneo. Brutal. Lo reconocí por los síntomas sobre los que mi padre hablaba cuando nos contaba, a mis hermanos y a mí, su experiencia al conocer a nuestra madre. Cosquillas en el estómago. Aceleración del pulso. Sudor. Dificultad para respirar. La necesidad de rodear su talle con mis brazos como si fueran un cepo, para atraparla y no dejarla escapar. El picor en mis dedos por hundir las manos en su pelo. Y otras más que mi padre no mencionó, como el deseo casi tiránico de tenerla desnuda bajo mi cuerpo y de hundirme en su interior. Sí, aquellas fueron las señales que yo interpreté, sin dudarlo, como un enamoramiento instantáneo y fulminante. Pero cuando vi sus ojos, semejantes a los de un cervatillo asustado, supe que tenía ante mí un largo viaje hasta conseguir que ella también me amara. |
Mientras esperas de Laia Sinclair
No sé qué extraña influencia tiene Kaden sobre mí, que cada vez que estoy con él, tengo que esforzarme por no abrirle mi corazón. Es como si una mano invisible me empujara hacia él de forma inexorable, y una voz desconocida me insistiera en que le hablara de todo. Pero nunca lo he hecho. Jamás me he permitido la debilidad de hablar de mi pasado, de todo el dolor que arrastro conmigo: el abandono de aquella mujer a la que nunca nombro y en la que nunca pienso, la crueldad de la gente, la putrefacción del barrio en el que vivía, de la muerte de mi padre y de los interminables años que pasé yendo de casa de acogida en casa de acogida. Siempre fui una niña introvertida, poco dada a hacer amigos; la única persona en la que he confiado totalmente fue mi padre, y perderlo supuso un shock tan grande, que supongo que nunca me he querido volver a arriesgar. Hasta que conocí a Kaden.
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Mientras sueñas de Laia Sinclair
No, no podía creerme que, después de tantos años rechazándome, ahora, de repente, decidiese que me amaba y que no podía vivir sin mí. Era una falacia. Un cuento. Una mentira. (…)
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Mientras sueñas de Laia Sinclair
¿Por qué no podía olvidar a Mac de una vez por todas? ¿Por qué seguía permitiendo que se interpusiera en mi felicidad? Podría enamorarme de Dante con mucha facilidad si no fuese por su maldito recuerdo, porque mi corazón todavía suspiraba por él. Si cerraba los ojos y me imaginaba haciendo el amor, no era a Dante a quién veía junto a mí en la cama. Era a Mac. Siempre Mac. Maldito fuera. ¿Es que nunca iba a quitármelo de la cabeza? |
Mientras sueñas de Laia Sinclair
«Dices que te mantienes alejado de ella porque no quieres hacerle daño, pero daño es lo que le has estado haciendo durante todos estos años». Le había hecho daño con mis palabras, y con mi actitud. Había sido cruel y egoísta, y la había condenado al ostracismo más brutal al no ser capaz de aceptar que ella iniciase una relación con otro hombre. Me había mostrado agresivo para dejar claro a cualquier miembro del sexo masculino que se atreviera a acercarse a ella, que no iba a permitirlo, y que se arriesgaban a que mis puños alcanzaran sus caras si lo intentaban. «Has sido estúpido e irracional. Y la has perdido». |
Mientras estás sola de Laia Sinclair
(…) quería que ella estuviera segura que yo no era como el padre de su hijo. Yo estaría aquí para ella, siempre, porque la amaba con todo mi corazón y mi única meta en la vida era hacerla feliz.
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Mientras estás sola de Laia Sinclair
—No te lanzarás al vacío, Elsa. Mis brazos están aquí para sostenerte. De eso, puedes estar segura.
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Mientras estás sola de Laia Sinclair
Abrí los ojos al mundo real, endurecí mi corazón para que no volvieran a romperlo, y decidí que, a pesar de todo, no permitiría que aquella experiencia me convirtiera en una persona amargada. Pero, desde luego, nunca, jamás, me iba a permitir enamorarme de nuevo. Pero no contaba con cruzarme con Charlie Kavanagh. |
Mientras sonríes de Laia Sinclair
(…) Tenía el rostro alzado. Sus ojos brillaban de felicidad, y la sonrisa en sus labios era auténtica, sincera, y no estaba cargada de amargura. Por unos minutos vi la niña que seguramente había sido, alegre, feliz, confiada. ¿Qué le había pasado? me pregunté. ¿Qué la había convertido en la mujer que era ahora? Punzante, desconfiada, con una amargura y un dolor en el alma que a veces se esforzaba por esconder, y otras dejaba libre sin ningún pudor. Me morí de ganas de descubrir sus secretos, de hacer todo lo posible por curarla. Deseaba sanar su corazón para que pudiera volver a sentir como aquella niña que vislumbraba como una foto superpuesta sobre la Nita de hoy en día. |
Mientras sonríes de Laia Sinclair
La oficina del sheriff estaba en la misma plaza, al otro lado del ayuntamiento. Me quedé parado unos segundos ante la puerta, preguntándome qué demonios estaba haciendo allí, si lo más probable era que Nita me tirara la cesta y mis buenas intenciones por la cabeza. —El mundo es de los valientes —me animé a mí mismo, y casi me eché a reír al ser consciente de la estampa que estaba ofreciendo: yo, Knox Wescott, el mujeriego irredento de Cascade (honor que siempre he compartido con mi hermano), acojonado por la mujer que estaba al otro lado de aquella puerta. |
Mientras sonríes de Laia Sinclair
(…) te aseguro que no es amor lo que yo siento por Nita, porque la primera vez que la vi, tuve ganas de echarme a correr y alejarme de ella. —¿Y por qué quisiste salir corriendo? —¿Básicamente? Porque me dio miedo. Me miró de una forma que creí que iba a convertirme en un eunuco allí mismo. Y se burló de mí. Me llamó «muñeco de nieve». Todavía lo hace —añadí, fastidiado—, siempre que nos vemos. Clara sonrió de una manera enigmática, y sacudió la cabeza sin dejar de mirarme. —Vaya. Cuando se lo diga a Kaden, no se lo va a creer. —Cuando le digas, ¿qué? —Que te has enamorado, ¡por fin! |
Mientras esperas de Laia Sinclair
—Vaya, —exclamó, sorprendida—. Es mucho peor de lo que me imaginaba. No solo te estás enamorando, sino que ha conseguido que te mires al espejo y empieces a verte a ti mismo. —¿Enamorado? —Casi grité por la sorpresa. Me levanté de un salto y empecé a caminar como un felino enjaulado—. ¡Yo no estoy enamorado! Si casi ni la conozco, ¿como voy a sentir algo así? —Paré mi deambular errático por la habitación y la miré con el ceño fruncido—. Me gusta, sí. Creo que es guapa, también. Me gustaría echar un polvo con ella, eso sin dudarlo. Pero, ¿enamorado? Ja. Annie se encogió de hombros, divertida al verme tan escandalizado. Estaba haciendo todo un drama. —Vale, si tú lo dices… —Claro que yo lo digo. Por supuesto que lo digo. Qué ideas más raras tienes, Annie. Yo, enamorado… |
Gregorio Samsa es un ...